29 julio 2009

Palabrería

En enero no hay polvo
ni adioses de primera
la boca resuena
y el hambre pasa volando.

Un mecate amarillo
te arrastra
y muestra los dientes

La familia es un bloc cuadriculado
cómo los quiero
Mi nariz la llevo a todo lado
ahí también

monton de farsas
que invento para escribir
alguna palabrería

En Granada

Entramos al restaurante y nos topamos con que los dueños tienen una biblioteca bien tuanis para cualquier consulta del consumidor. La mesa en que me senté estaba justo al frente de una estantería. Era cuestión de estirar la mano. Así al azar salió un libro, una antología poética de Juan Ramón Jiménez, lo abrí y decía así:

Poesía 377

El chorro de agua entre el verdor primero
dejad las puertas abiertas
ya oscuro
la corriente infinita
ante la sombra virgen
Ven ya del fondo de tu cueva oscura...
Fiesta
ese día, ese día...
Tardes en que estarás quizás unida, Obra
auroras de Moguer
vuelta
por octubre claro, vivo
anochecer
luz
niños
Cuerpo desnudo y alma libre...
La mujer, con la música
el pajarito verde
no me mirarán diciendo...

10 julio 2009

¿y qué posición toma uno?

Las lecturas sobre el vacío y lo real las hago porque necesito comprender la manera en que se trabaja el significado y el referente. Como bien lo indicaba Barthes, la desintegración del signo se da a través de la plenitud o del vaciado de éste. Ha existido en mí últimamente un conflicto que me lleva a cuestionar la representación. Creo que mis proyectos fundamentales en lo que va del año han sido la búsqueda de una metodología y llegar a comprender como entra el significado en la imagen, para trabajarlo casi liberalmente. Las reflexiones sobre una pintura vacía me han llevado a la conclusión de que se trata de ejercicios interesantes pero que el objeto vacío no existe. Sería algo así como la experiencia estética final o divina para los que nos tomamos esto casi como una religión.

Cuando he querido cuestionar la representación a través del uso de esa plenitud que llama Barthes he pensado en el uso del material, tal vez en un exceso de retórica a través de la materia o mejor dicho en una representación tan directa cuyos materiales no son otros más que los que pretende representar. Así: hice un primer intento esparciendo aceite de cocina sobre la foto de la carne, complementándolo con óleo para dar una sensación más grotesca. Dicho así no es del todo radical, la plenitud no existe aún en su grado máximo, por lo que termina uno imaginando el pedazo de carne con aceite sobre el sartén, sólo que pegado en la pared, haciendo la función de objeto estético. Tal vez no sea ese el grado máximo y tenga uno entonces que recurrir a una acción. Tal acción sería cocinar el pedazo de carne en la cocina de un hogar, con todas las condiciones necesarias de un ambiente casero. En síntesis, una acción sustraída de todo ambiente que considere la acción como objeto de consumo artístico… ¿Cómo putas entonces considera uno como arte una típica acción que sucede en cualquier lugar?

El párrafo anterior me llevó a esa estúpida conclusión, y es así, puesto que todo individuo pasaría toda su vida haciendo arte… parir sería arte, decir hola sería arte, echarse una birra sería también arte, etc etc etc.... así el típico anuncio publicitario de “El arte de sjaskddk (ar-er-ir) su X mierda” sería tan real, existiría por todo lado y en boca de cualquiera. Tal vez existirían etiquetas para todo que dijeran “arte”, al punto de hacer etiquetas “con arte” para pegar en las “etiquetas con arte” y las etiquetas inundarían nuestro mundo acabando definitivamente y de una vez por todas con el ser humano… esos son los efectos dañinos de pensar de más… y estúpida conclusión como se decía antes, no se hable más.

Sabiendo que no todo es, puede o debería ser arte me dirijo entonces a la otra posición, la del vaciado del signo. En el texto de Didi-Hubermann (Lo que vemos, lo que nos mira) que aún no he terminado, comprendí que lo minimalista acabó casi autodestruyéndose. Los títulos no funcionaban o los espacios donde eran colocados los objetos los desfavorecían, o tan sólo el hecho de representar un vacío matéricamente ya representaba un problema que planteado racionalmente parece que no tiene solución, a pesar de que la idea que subyace en la obra plástica fuera sumamente elocuente.

Alcanzar el grado máximo del vaciado podría llevarlo a uno a pensar en que no hay que hacer absolutamente nada para hacer arte, así nuevamente todos podrían hacer arte en cualquier momento, lugar y bajo cualquier condición, bastaría con no hacer nada. Habría entonces que permanecer en un estado de reposo, casi que con la mente en blanco… como en un estado de meditación budista. Así todos los artistas permanecerían impávidos hasta la muerte, viendo a ver cual sería el más pichudo haciendo arte. Pero no funciona simplemente con no hacer nada, puesto que eso es algo. Ultimadamente el artista conceptual más pichudo sería el que cada artista conceptual llevara en su mente, y así sucesivamente en cada mente de artista conceptual (vivo o conceptual): la cadena más larga se asegurará de tener al artista conceptual más “puro”.

Para no seguir con esos excesos, entonces, a pesar de las dudas, de los cuestionamientos sobre la representación, la expresión, el signo, el lugar del significado, etc, y a pesar de que nunca se está seguro no queda más que meterse a la cancha y empezar a volar patadas. Claro que cuando se acostumbra ya se puede empezar a tocarla bonito.